Las mañanas con prisa no tienen por qué traducirse en un rostro apagado. El maquillaje puede ser tu mejor aliado para transformar una expresión cansada en una mirada fresca en cuestión de minutos. Todo comienza con una piel hidratada y un primer que unifique la textura del rostro. Un toque de corrector en el lagrimal y debajo de los ojos ayuda a neutralizar las ojeras, mientras que una base ligera o una BB cream dan el efecto de piel descansada.
El iluminador, aplicado en los puntos clave —pómulos, puente de la nariz y lagrimal— aporta ese brillo sutil que simula haber dormido ocho horas. Y si sumas un toque de rubor en crema, el rostro cobra vida al instante. Para la mirada, una capa de rímel y cejas bien peinadas bastan. El toque final es un bálsamo con color o un gloss que potencie tus labios sin recargar.
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