El perdón no siempre llega envuelto en calma; a veces llega después del caos, del duelo, de reconstruirte. No es un acto de olvido ni una invitación a reabrir puertas que debieron cerrarse. Es, en realidad, una forma silenciosa de liberarte. Perdonar no es justificar lo que ocurrió, es permitirte soltar lo que ya no mereces cargar.
Muchas veces, confundimos el perdón con reconciliación. Pero no son lo mismo. Puedes sanar sin tener que hablar de nuevo con quien te lastimó. Puedes cerrar ciclos sin explicaciones. Puedes avanzar, fuerte y firme, porque recuerda que perdonar no significa olvidar lo que te hicieron ni volver a ver a esas personas, es ponerte en paz contigo misma. Es un regalo que te haces a ti misma: la oportunidad de no seguir atada a aquello que ya dolió suficiente.
Desde Prima Donna, sabemos que toda mujer merece reconstruirse desde el amor propio. Porque soltar también es cuidarte, y sanar también es un acto de poder.
Te mereces esa paz, no por ellos, sino por ti.